Oh yeah! Hoy sí. Me he dado el primer, ejem, baño de la temporada. Y para terminar de enjuagar los restos del papelón del otro día he decidido revestirlo todo de épica y me he despertado al amanecer para el remojón. Que me den por culo si me he levantado contento. La misión ha estado a punto de fracasar ya de inicio cuando después de mear me he dirigido hacia la cama medio dormido y ya iba a tumbarme otra vez cuando he recordado la triste realidad, no me había levantado para mear sino para darme un baño en la playa. Buahh, ha sido como madrugar dos veces en cinco minutos. Una puta mierda. Me he cagado mil veces en mi “yo” de ayer por la noche, al que le pareció buena idea hacer sufrir a mi “yo” de hoy a las 6:30 de la mañana. No confíes ni en ti mismo.
Me lavo la jeta con desgana intentando acordarme de alguna frase de facebook, de esas motivadoras para deportistas, que me ayude a sobrellevar este trago. Nada, ni Mohamed Ali ni Butragueño surten efecto así que recurro a las viejas artes y me sacudo un vaso de vino lleno hasta arriba de café solo negro zaíno. El brebaje me espabila pero trastoca en parte mi plan. Ahora tengo que esperar un rato antes de ir a la playa. Con ese café en mi estómago tendremos visita en breve. Y mejor recibirla en casa que en la playa. Gracias a Dios soy de circuito corto y el invitado no se hace esperar. Después de atenderlo y despedirme de él me voy por fin hacia la playa. Aún apenas es de día.
Hoy no voy uniformado de tipo guay playero. Zapatillas, pantalón de chándal y camiseta de las que te pones para dormir o para ir al campo. De hecho es con la que he dormido. Y las gafas de sol claro, eso sí. Pero hoy no es día de playa para mí, hoy trabajo. Voy a la playa a darme un baño y luego me toca currar como Felipón. Lo del remojón mañanero pretendía ser una manera de empezar el día con energía y hasta ahora estoy obteniendo un éxito moderado. Salir de casa ha ayudado bastante a que se me pase la caraja y la luz rosácea que se adivina al final de mi calle consigue el efecto deseado en mi maleable fuerza de voluntad. Sí, está amaneciendo y tengo la suerte de poder recibir al nuevo día con el culo en remojo. A ver qué dice el mar al respecto.
La playa está desierta tan temprano. Ni los runners más ansiosos han salido todavía a sudar y los únicos signos de vida son dos pequeñas barcas de pesca ganándose el jornal de buena mañana no muy lejos de la orilla. El sol acaba de aparecer por completo sobre el horizonte y todavía hace algo de fresquete. Según mis replanteadas leyes de la termodinámica esto es una buena señal. Quizá el agua no te hiele las pelotas hoy al no hacer tanto calor fuera. Quizá. Me quito el pantalon del chandal y la camiseta y me dirijo entre ilusionado y desconfiado hacia el agua. Al menos está completamente en calma y no se adivinan posibles olas traicioneras. Hoy nada de pruebas, hoy para dentro como un campeón. Incluso troto un poco antes de meterme en el mar para darle un toque más de anuncio de Estrella Damm al asunto. El agua me salpica y se me eriza hasta el último pelo del cogote pero no pienso parar. Ni gritar. Grito por dentro como una cosa mala. Aceleró aún más mi trote cochinero y cuando no puedo soportar el frío me zambullo de cabeza en el agua. Soy el capitán de mi alma, soy el amo de mi destino. Y mi destino es la farmacia más cercana en cuanto salga del agua porque aquí hace un frío de bigotes otra vez. Me cago en la termodinámica. Al salir de nuevo a la superficie la cosa cambia y siento una ligera mejoría en la sensación térmica. Aproximadamente estoy el 0,0004 mejor. Antes de que me entre el frío de la muerte y salga huyendo a por la toalla vuelvo a zambullirme y buceo un poco cual besugo tratando de entrar en calor. No entro en calor ni un poquito pero (atención, autobombo pedante a la vista) descubro lo que será un oportuno final para el primer baño de la temporada. Salgo a la superficie, cojo aire y me vuelvo a hundir, sentándome en el fondo en dirección al amanecer. Abro los ojos y doy por buena la tiritera que me va a dar cuando salga del agua. Delante de mí un caleidoscopio de naranjas, rosas y violetas pintando un cuadro de Munch batido por el agua. Bueno, lo he conseguido. Esto es empezar el día con energía. A ver cuánto tarda en torcerse.
Única ley válida de la termodinámica
El agua del mar cuando uno se va a dar un baño ocasional está siempre fría de cojones.
Jajaja. Ya son ganas levantarse a las 6 de la mañana para congelarse. Uff.
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