Esta mañana cuando he abierto la bolsa de la comida para hacerme el enésimo sandwich dos lonchas de pavo han salido corriendo y se han tirado ellas solas al cubo de la basura. Venían conmigo desde que nos conocimos en el Mercadona de mi pueblo y las voy a echar de menos pero creo que querían decirme algo con ese gesto, quizá sea el momento de volver a comprar víveres. Estoy llevando una dieta equilibrada de sandwiches y galletas. No está mi bolsillo preparado para los precios de centroeuropa. Esta mañana en Zermatt por un café con leche, que me he visto obligado a pedirme en un bar a modo de excusa si no quería aliviar un apretón traicionero haciendo un agujero en la nieve, me han soplado 4,30 francos suizos, que es lo mismo en euros céntimo arriba céntimo abajo. Y en el tren en el que voy montado mientras escribo esto te piden 5’50 por una botella pequeña de agua sin ponerse rojos ni nada.
No voy a descubriros ahora el Mediterráneo si os digo que los Alpes son una pasada. Pero lo son. Para uno que casi todas las montañas y la nieve que ha visto ha sido por la tele todavía más. Y si te los cruzas de punta a punta en tren ya es que se te pone hasta dura. El Glacier Express es un tren panorámico que cruza los Alpes de oeste a este, llegando a los 2000 metros de altura y pasando por 291 puentes y 91 túneles. Más de seis horas de viaje entre valles nevados y bosques más oscuros que mi alma. El billete de este tren no está incluido en el pase Interrail y es un poco clavada pero ha merecido la pena. Aunque también os digo que toda esta zona es tan requetechula que lo mismo te da verla subido en el Glacier Express que en el tren de la bruja. Una curiosidad más sobre este tren. En tu asiento dispones de unos auriculares donde te van contando cosillas de la ruta y tal. Pues bien, este servicio está disponible en 6 idiomas, alemán, inglés, francés, italiano, chino y japonés. Echáis algún idioma conocido en falta?
Por una vez lo de viajar de tiradillo me ha venido bien.Los vagones de primera clase iban llenos de orientales modositos y de abueletes mientras que en segunda clase solo iba uno de Ciempozuelos con su camiseta de los KISS y sus gafas de sol. Si nos llaman chulitos que sea con razón. Esta soledad se ha visto interrumpida en Andermatt, una parada a mitad de camino, con la irrupción en el vagón de un par de chavalas chinas más majas que to’ las cosas. No imaginaba yo cuando me compré mi móvil chino barato que algún día serviría para que dos mozas de Shangay rompieran el hielo al verme con él. Como no podía ser de otra forma la segunda parte del viaje se me ha hecho muy corta.
No sé si es el cansancio acumulado o que me estoy poniendo malito pero estoy hecho papilla.