Cuando mi chacha y yo eramos renacuajos e íbamos de vacaciones en el asiento trasero del Simca, sin cinturón de seguridad ni sillita de niño ni ná de ná pero rodeados de maletas, bultos y una nevera portatil roja que hacía de muro fronterizo entre ella y yo, no se puede decir que fuésemos muy sobrados de espacio pero ibamos bien contentos porque nos dirigiamos a la playa. Lo mismo nos pasaba ayer en el vuelo de Easyjet. Nos os voy a descubrir ahora las estrecheces del low cost, donde ponerte y quitarte el jersey una vez sentado en tu asiento requiere de las habilidades escapistas de Houdini, pero tampoco hace falta que os diga lo contentos que ibamos ahí encajados como sardinas.
Los dos tenemos ya más de 40 tacos y es la primera vez que vamos de viaje juntos y solitos. Nunca es tarde. Cualquier destino era bueno para esta escapada y hemos acabado en Edimburgo porque a mí me encanta esta ciudad y porque es dificil que alguien que venga aquí por primera vez no lo flipe. Calles medievales, castillos, parques y jardines a granel y sonido de gaitas everywhere. Además es lo suficientemente pequeña como para verla en dos ratos y después poder relajarte tomándote la vida con calma en algún pub delante de una pinta.
Y así acabó nuestro primer día, en una terracita empinando el codo. Pensaréis que el invierno escocés no parece muy apropiado para terracitas pero la cosa cambia cuando te puedes pillar una mantita en el pub y sacártela fuera. No había nadie más en la terraza aparte de dos hermanos de Ciempozuelos abrigados hasta la coronilla y arropijaos con una manta. Pero no estábamos solos. Frente a nosotros pasaban decenas de personas haciendo cola para ver un musical en un teatro adyacente. Por sus miradas y sonrisas era fácil deducir que estábamos hechos un cuadro.
Segundo día
– It’s burning! – me dijo la guiri de gafas algo alarmada.
– Sorry? – contesté aún medio dormido.
– It’s burning!!!! – repitió bastante más alarmada y señalando la tostadora.
Miré hacia la tostadora y vi dos croissants en llamas. Los míos. Oh shit! Quizá los había dejado demasiado tiempo tostándose. Intentando aparentar que lo tenía todo bajo control le dije a la guiri que a mí me gustan así y salí disparado hacia la tostadora. Me emparanoié y mi principal preocupación no eran ya los croissants sino que se terminase prendiendo fuego la tostadora, que las llamas se extendiesen por el buffet, de ahí al resto del hotel y finalmente Edimburgo quedase reducida a cenizas por culpa de un español empanao.
Por suerte la cosa no fue a mayores y con unos soplidos ansiosos conseguí apagar los croissants falleros. Los puse en un plato y tapándolos con una mano para que nadie viese ese estropicio volví a nuestra mesa donde mi hermana me recibió primero con cara de “¿qué mierda traes ahí?” y luego despollándose por mi torpeza.
El resto del día lo dedicamos a patearnos la Old Town haciendo alguna parada técnica para refrescarnos el gaznate en algún pub. Según avanzaba el día fuimos pateando menos y bebiendo más, lo que desembocó en una melopea del tamaño del castillo de Edimburgo. Llegados a este punto he de confesar algo que descubrí ayer y que me produce cierto sonrojo. Mi chacha bebe más que yo. Soy la vergüenza de mi clan. Sí amigos, mi hermana tiene un saque que a punto estuvo de acabar conmigo. Sus pintas se vaciaban al doble de velocidad que las mías y a eso de las seis de la tarde yo llevaba una castaña que hacía tiempo que no pillaba ni siquiera con los borrachos de mis amigos (sí amigos míos, es la verdad, sois unos chuzos, no os vayáis a poner tiquismiquis ahora).
En un pub llamado «The High Street» fue donde ya se desmadró la cosa. Solo recuerdo vagamente ir muchas veces a la barra a pedir, ir muchas veces al baño a mear y salir muchas veces fuera a fumar. Del baño también recuerdo estar hablando solo mientras soltaba el chorrillo en el meadero con la frente apoyada en la pared para mantener el equilibrio. Juraría que también estuve poniendo caras frente al espejo del baño, tipo Robert de Niro en Taxi Driver. Vamos, lo que viene a ser un comportamiento de borracho de manual. A todo esto mi chacha parecía seguir tan fresca aunque ciertos detalles hacían intuir que iba cojonuda también, no solo su verborrea non stop sino el hecho de que ya saliese a fumar a la calle sin ponerse el abrigo ni nada. Me río yo de Wonder Woman.
Salir del pub y llegar al hotel no fue tarea fácil tanto por nuestro etílico y torpe estado como por el repentino deseo de my sister de practicar inglés con algunos viandantes que tuvieron la mala suerte de cruzarse en nuestro camino. Los detallitos de esta odisea camino del hotel me los reservo porque aunque poca, aún tenemos cierta reputación que mantener.
Chicoooooo que bien lo estas pasando, eh!!!! Menudas vacaciones!!! Yo quiero ser como tu Willy Fog!!!
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Tú ya molas como eres!
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