Campeona

La primera vez que la vi no di un duro por ella. Odio confesarlo pero reconozco que como buen español enseguida desmerecí su esfuerzo y aposté contra mí mismo a que aquella mujer con aspecto de haber salido a correr por primera vez en su vida se quedaría en casa al día siguiente. Ese trote cansino, ese chándal gris con el que iba disfrazada y esa cara colorá como la de un cantaor no hacían intuir que la cosa fuese a cuajar. Supongo que Freud podría decirme aquí (aparte de muchas cosas sexuales, porque el tío estaba empecinao con el temita, sin duda por culpa de enchufarse cocaína día sí y día también) que mi certeza de que la sudorosa mujer iba a fracasar solo era otra creación de mi ruín hipotálamo para aliviar u olvidar mis propias frustraciones. Y no te digo yo que Freud no tuviese razón en esto y en lo del perico pero como ya veo que me voy a ir del tema y luego se me queda todo en introducción vamos a centrarnos.

Mi instinto me falló una vez más y pocos días después vi de nuevo a la runner novata corriendo por la playa. El chándal y la jeta carmesí eran los mismos pero su trote había ganado algo de garbo. Uno de los tipejos que vive dentro de mí cabeza no pudo evitar pensar “olé tus ovarios” y disfrutar al ver como otro de los tipejos que vive dentro de mí se comía sus putos prejuicios con patatas. Aquella mujer de unos cuarenta años, bajita y con el pelo color ceniza me acababa de cerrar la puta bocaza. Y me alegraba mazo por ella. Lo bueno de ser ciclotímico es que en cero coma pasé de ningunear su esfuerzo a considerarla la última esperanza blanca. Si esa mujer lograba contra todos mis pronósticos coger el hábito de salir a correr y ponerse en forma todo era posible en esta vida hermanos.

Desde que la vi trotando por primera vez han pasado un par de años más o menos. El chándal no tardó en pasar a mejor vida y después de una larga temporada uniformada con las mallas y zapatillas del Decathlon recientemente he visto a la del pelo ceniza con un top de lycra negra, unos minúsculos shorts de atletismo y unas zapatillas Mizuno con pinta de todo menos de baratas. Todo ello alrededor de unas piernas moldeadas a base de kilómetros y un cuerpecillo fibroso sin asomo de grasa por ningún sitio. Y deberíais verla correr. Se las pela. Al ritmo que la ves pasar por la playa piensas que no podrá aguantar mucho. A esa velocidad iría yo si me persiguiesen cuatro neonazis puestos de speed. Pero la tipa vuelve a pasar al poco rato en dirección contraria y al mismo ritmo. Y luego otra vez. Y otra. Me deja turulato.

Ahora cada vez que la veo correr ligera por la orilla del mar siento una especie de orgullo que no entiendo muy bien de dónde demonios sale. Supongo que es otra nueva invención de mi cerebro en este caso para tratar de limpiar mi conciencia tras los cretinos pensamientos que tuve la primera vez que la vi sudando aguarrás. Ver hasta dónde ha llegado esta fenómena me supone también una pequeña cura de humildad que ojalá me sirva para no volver a pasarme de listo en similares ocasiones.

Yo nunca he tenido fuerza de voluntad para salir a correr más de una semana seguida y ya sabemos que mal de muchos consuelo de tontos. Si nadie saliese a correr los holgazanes no nos sentiríamos culpables por movernos menos que Bardem en “Mar Adentro”. Cada día que esta mujer sale a correr me deja sin excusas para no mover el puto culo e imitarla. No soy nada fan del “si quieres, puedes” porque creo que es una pamema que nos han vendido para que cuando las cosas no nos salgan como deseamos encima pensemos que todo es culpa nuestra. Pero esta campeona que se come el mundo a zancadas me ha demostrado que algunas veces solo nos enfrentamos a nosotros mismos. Mañana salgo a correr.

Dime algo, que me hace ilusión

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s