En este noviembre loco que el destino y mi atolondrada planificación vital me tenían reservados la siguiente parada es Ámsterdam. De la parada más reciente, la boda de Marian y Francis hace un par de días, no he dado cuenta aún porque sigo algo perjudicado y porque cualquier asiduo lector de este blog, de haber alguno, puede imaginarse cuáles fueron los derroteros por los que discurrió dicho evento. Es de destacar que en este último enlace no he tenido que lamentar ningún papelón lamentable por mi parte propiciado por una mala gestión de la barra libre. Lo pasamos bomba y me enganché una buena melopea pero no acabé al borde del fallo hepático bailando break en el suelo. ¿Habré madurado por fin? Nah… La culpa de no haber acabado la boda a gatas fue la genial idea del novio, la noche antes del enlace, de salir por Ciempozuelos “a tomar una cervecita si eso”. Parezco nuevo. Sobre las siete de la mañana del día de su boda el novio me dejaba en la puerta de mi casa tras unos últimos minutos en el coche exaltando nuestra amistad entre abrazos fraternales y heterosexuales. Esa dilatada preboda me calmó el ansia y me libró de beber más de la cuenta al día siguiente. De la resaca no me libró nadie. No era la primera boda a la que llego resacoso pero sí la primera en la que tenía que afrontar con dolor de tarro y flojera general algo que se está convirtiendo en un clásico en mi deambular por las bodas ajenas. Y precisamente en esta, la boda de Francis, no me habría perdido por nada del mundo el poder decir unas palabras. Así que volví a intentar robar protagonismo a los novios leyendo un discursito durante la ceremonia en busca de mis cinco minutos de gloria. Los logré, vive Dios, y es una lástima que mi falsa modestia no me permita desarrollaros más ampliamente aquí la magnitud del éxito cosechado. Pero a los que me vais a ver en persona durante los próximos días os pediría por favor que me preguntéis por ello, que me muero de ganas de fardar!
Cuando aún suenan dolorosamente en mi cabeza las gaitas de esas dos noches de jarana en mi tierra ahora me tengo que poner a preparar la mochila para Ámsterdam. No sé si esto ha sonado como que me quejo pero no es ni de lejos mi intención. Aunque ahora mismito no me apetezca moverme ni para bajar al chino por dentro doy saltos de alegría al tener planes como estos de los que ocuparme. Hace no demasiado tiempo habría vendido a mi madre por tener uno solo de estos planes. Culpa mía. Así que aún bajo los últimos coletazos de la resaca me recreo y salivo mientras cuento las mudas que voy a necesitar para cuatro días y tres noches de viaje. Esta vez no me voy solo sino rodeado de buena gente. Ya estuvimos los mismos el año pasado en Londres y nos lo pasamos de maravilla. De puta madre hablando en plata. Y tuvo mérito. Apenas nos conocíamos aparte del trabajo y conseguimos entendernos a la perfección y disfrutar del viaje en completa armonía. Quizá ha sonado algo pedante pero es que fue así. Parecía que nos conocíamos de toda la vida. Aparte de un servidor la expedición está compuesta por cuatro amigas que un buen día conocí en el trabajo, Alba, Marimó, Darry y Lilly, y el novio de Alba, David, un gran tipo y tan friki del ciclismo como yo. Dios los cría.
Ámsterdam siempre será mi idea del extranjero. La primera vez en mi vida que salí de España fue a Ámsterdam. 1998. Nos fuimos mi novia y yo con el dinero que habíamos sacado durante un verano regentando un kiosko de helados en mi pueblo. Eso no lo tengo puesto en el currículum pero debería pues curte más que un master. Mucho no nos tuvieron que rentar los Frigopies porque recuerdo que fuimos a Ámsterdam de camping. Pero lo flipé en colores allí. Se me juntó todo. La sensación de estar por primera vez lejos de mi tierra en un país extraño y lo flipante y distinta que me pareció nada más llegar esa ciudad. No descartemos que la marihuana y las setas tuvieran algo que ver también. Sea como fuere aquel primer viaje a Ámsterdam me abrió mucho los ojos en todos los aspectos. Y el olor a fritanga que respiré por primera vez en aquellas calles siempre será para mí el olor del extranjero.
Pasadlo bien guapos! Besos a todos! Y aunque no te aguante estos días, también quiere saber cuáles fueron tus 5 minutos de gloria. Un beso!
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No sé yo si me voy a acordar de gran cosa ya cuando vuelva de Amsterdam.
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Oooh! Apúntatelo.
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