Sabéis que no soy nada fan de los mensajitos categóricos que solemos ver de manera recurrente en Facebook pero hay uno de ellos que me viene como dedo al culo para contextualizar lo que vengo a contaros hoy. Me refiero a ese que dice algo así como “Twitter te hace pensar que eres sabio, Instagram que eres fotógrafo y Facebook que tienes muchos amigos…..el despertar va a ser duro”. Solo le falta decir que gracias a WordPress ahora algunos también nos creemos escritores. Pero por un día no voy a hablaros de mí sino de vosotros y vuestras fotos. En esta vida 2.0 que nos ha tocado vivir raro es quien no tiene una cámara o un móvil con el que retratar lo que se le ponga por delante. La frasecita esa de Facebook no anda desencaminada del todo, desde el momento en que llevamos siempre un aparato con cámara en el bolsillo todos somos fotógrafos. Los muy puristas, siempre temerosos de este intrusismo, dirán que una cosa es hacer fotos y otra ser fotógrafo pero no estamos aquí para esas estériles disquisiciones sino para intentar ponerle remedio a la puta mierda de fotos que hacéis algunos. Sí, sí, ya sé que para gustos los licores y que esa foto oscura y algo desenfocada de tu niña rebozándose en la arena de la playa a ti te parece lo más bonito del mundo. Por supuesto, si no ¿qué birria de progenitor serías? Pero también es cierto que a excepción de los padres y los abuelos de la criatura cualquier observador externo lo tendría complicado para saber si la de la foto es tu hija o el enano de Juego de Tronos.
Hace cuarenta años si tenías una cámara réflex ya eras el fotógrafo de tu pueblo o de tu barrio pero hoy en día la competencia es casi infinita y para destacar no solo hay que ser bueno con la cámara sino tener también una forma de mirar el mundo distinta al resto. Y de poco te servirá eso si no eres tenaz y constante. Incluso con todo lo anterior no tienes nada asegurado a menos que sepas estar en el momento justo en el lugar adecuado y tengas buenos contactos. Sé que esto está sonando bastante catastrofista, sobre todo si alguno de los que me leen está pensando en convertir la fotografía en su forma de ganarse el pan. A ver, dos cosas. La primera es que las nociones fotográficas básicas que pretendo compartir no van destinadas a los amantes de la fotografía sino a todo aquel hijo de vecino que piensa que encuadrar una foto es ponerla en un marco. Y lo segundo, si de verdad queréis ser el próximo James Nachtwey no me hagáis ni puñetero caso y adelante con ello. Demostradle al mundo lo que veis con esos ojitos. Todas esas trabas que os he relatado unos renglones más arriba son solo las excusas con las que yo me consuelo por no haber conseguido convertirme en fotógrafo de la agencia Magnum y ver mundo saltando de trinchera en trinchera. Y me puedo dar con un canto en los dientes pues a pesar de no estar retratando gorilas en Borneo ni modelos en Nueva York al menos he tenido la suerte de haber currado casi siempre con una cámara en la mano o bastante cerca de una. En algunos momentos de mi azarosa vida laboral no he tenido tan claro que eso fuese una suerte pero lo que sí sé a día de hoy es que la cosa podría haber ido mucho peor. Como todo. Alguna foto resultona sí que me ha dado tiempo a hacer. Y yo no quería pero mi ego lleva los pantalones en casa así que aquí os dejo una pequeña muestra.
He dicho que no iba a hablar de mí pero ya veis que era mentira. Os lo creéis todo y al mínimo descuido os cuento mi vida. Me he ido por las ramas para variar aún sabiendo que la idea de esta entrega por fascículos tan típica del otoño no es la de guiar a las nuevas promesas de la fotografía sino algo mucho más de andar por casa con batín. Me daría por satisfecho si con las tres o cuatro nociones básicas que os voy a relatar conseguimos evitar entre todos que vuestras amistades sufran desprendimiento de retina cuando los asaltáis a traición con las fotos de vuestra escapada a Toledo.
Parte del trabajo ya está hecha pues tenéis buenas herramientas a mano. Cualquier móvil del montón lleva hoy en día una cámara que ya hubiera querido tener Robert Capa en las playas de Normandía aquel 6 de junio. Lejos quedan ya los tiempos donde pasaban días desde que pulsabas el disparador de tu cámara hasta que veías los resultados. Aquí el menda aprendió fotografía con una cámara rusa de segunda mano, una Zenit comprada en el Rastro madrileño. En aquellos tiempos de la peseta si queríamos ver nuestras fotos los aprendices de fotógrafo teníamos que empezar por zarandear durante un rato el bote lleno de líquido donde se revelaba poco a poco tu carrete. Luego venía lo mejor. Asistir con la cara de los Goonies a la magia de ver como un papel blanco en remojo empezaba a mostrar aquello que tú ya apenas recordabas. Ahora esa magia casi se ha extinguido pero en su lugar tenemos la práctica inmediatez de saber al momento si tenemos una foto buena o un mojón. Aunque precisamente es este uno de los principales causantes de la falta de criterio a la hora de hacer fotos. Como podemos hacer todas las que queremos no nos molestamos en hacer cada una lo mejor que podemos. Cuando usábamos carretes de película que te costaban lo mismo que unas cañas no hacías tantas pruebas y ponías mucho más cuidado en intentar que cada toma fuese perfecta. Ahora no somos tan meticulosos porque hay barra libre. Es más, ni siquiera nos molestamos en separar el grano de la paja y quedarnos solo con las mejores fotos. Llenamos nuestro móvil o nuestro ordenador con cientos de fotos de dudosa calidad solo porque hacerlas y almacenarlas es gratis. Si nos cobrasen por cada foto que guardamos en el móvil pronto ibais a tener esos reportajes fotográficos de vuestro gato que rivalizan con el de la boda de Lady Di.
Hacer una foto decente es tan sencillo como hacer un cagarro infumable. No se trata tanto de aprender a hacerlo bien como de evitar hacerlo mal. Recuerda que no aspiramos a publicar en el National Geographic sino a ser capaces de inmortalizar de manera digna algún momento especial. Ya que vais a hacer cientos de fotos no está de más que sepáis un poco lo que estás haciendo ¿no? Ni tu Iphone 7 ni todos los filtros de Instagram te van a evitar el resquemor de tu suegra por haberle cortado la cabeza en una foto. Por ello, en los próximos meses y con una periodicidad que yo mismo desconozco pretendo daros algunos consejitos que os ayuden a mejorar las fotos de vuestra prole, vuestros viajes, vuestras fiestas y eventos familiares y por supuesto de cualquier plato de comida que tengáis delante. Incluso si solo pretendes hacerte fotos del rabo o las tetas para mandarselas a algún contacto no te vendrá mal aprender a jugar con la luz para conseguir que los objetos parezcan más grandes de lo que son.
Para acabar este simulacro de introducción y como anticipo a lo que vendrá solo quiero que os quedéis con una cosa. El origen de todo. Os sonará pomposo y bastante obvio pero tenerlo claro facilitará todo lo demás. La palabra fotografía se deriva de los vocablos de origen griego: phos (luz) y grafis (escritura), lo cual viene a significar escribir o dibujar con luz. Que se os vaya metiendo esto en el coco. Todo depende de la luz y de cómo ilumina esta aquello que pretendemos fotografiar. Luego podemos hablar de cámaras, reglas y técnicas pero lo primero que necesitamos saber es que la luz es como la fuerza en STAR WARS. Depende de como utilices la fuerza esta puede llevarte al lado luminoso, donde tus fotos se llevan muchos likes en Facebook, o al lado oscuro, aquel donde tu hija se daba un aire a Tyrion Lannister.
Jajajaja. Espero pronto la segunda entrega. Besos.
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Yo también la espero pero no tengo muchas esperanzas la verdad….conozco bien al responsable de todo esto y sé que no es de fiar. Besos!
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