Vaya por delante que me parece guay del Paraguay que a Leonardo Di Caprio por fin le hayan dado el puñetero Oscar. Huir constantemente del mainstream es muy cansado y yo reservo todas mis fuerzas para hacerlo en lo que a música se refiere así que en lo que respecta al cine me conformo con seguir la corriente junto al resto de peces. Y si Vicente le dice a la gente que Leonardo lleva años mereciéndose el galardón yo sigo a Vicente sin pensármelo ni una vez.
Dicho esto no puedo sino mostrar mi decepción tras el visionado de la peli del rastreador y el oso. Seguramente la culpa de este desengaño no sea ni de Leo ni del oso ni de la película misma sino del puto hype que nos la ha vendido como la aventura definitiva en 35 milímetros. Y un mojón. No hace falta ser un crítico de cine soplapollas y pedante como Carlos Boyero para darse cuenta de que esos 156 minutos que te pasas delante de la pantalla son un refrito de muchas cosas que has visto ya. Si metes en una batidora obras maestras como “El Cazador” y “El Oso” y añades a la mezcla algunos telefilmes cutres de Antena 3 basados en la vida de David Crockett el brebaje que te queda es justo esta película.
Los entendidos dicen que Leonardo Di Caprio se merecía el Oscar desde mucho antes. Yo digo que es una lástima que al final se lo hayan terminado dando por pasarse gimiendo dos horas y media. Siento el spoiler pero es que no hay más. Si no la habéis visto no sigáis leyendo pero la puta película se resume en que a Leo le ataca un oso a los veinte minutos y se pasa el resto de la película curándose las heridas y recuperando la voz para poder vengarse del tipo que, muy sensatamente, decide salvar su culo en vez de alargar la agonía de un guaperas al que un oso ha hecho papilla. Al pobre Tom Hardy le toca hacer de malo y mala persona mientras que Di Caprio queda como un heroe. Puta vida tete. El Oscar se lo debería haber llevado Tom Hardy por aguantar carros y carretas y no cargarse al moribundo en la primera escena en la que se quedan solos. Pero como la peli es americana tenemos que tragarnos la trillada cantinela de la superación personal y del bien ganándole la partida al mal. Si la peli fuese española la cosa no habría pasado de un cortometraje orquestado alrededor del castizo concepto de “maricón el último”.