Hong Kong

éHong Kong son muchas islas y algún trozo de tierra firme. Miguelín vive en la isla de Lamma, en un pueblecito de pescadores llamado Yung Shue Wan. Para llegar al centro de Hong Kong (que en vez de ser una plaza es una bahía) hay que coger un ferry y una vez allí coger otro, que más que ferry parece el barco de Chanquete, para moverte de un lado a otro. También puedes moverte en metro pero a alguien nacido en pleno secarral del sur de Madrid ir en barco le parece una aventura fantástica mientras que el metro es como todos los metros del mundo pero con siete millones de chinos mirando su iphone.

Miguelín curra como un chino y solo le veo cuando me despierta por la mañana al largarse y cuando llega a casa a las mil. Mientras él se gana la vida yo me pierdo por ahí con la cámara en la mano. La putada de hacer fotos en Hong Kong es que siempre está nublado. Un nublado sin nubes, un manto gris plomizo que borra los millones de colores que te rodean. Por eso es mejor esperar a la noche y los neones para salir por ahí con la cámara. Lo malo de esto es que a mí normalmente la noche me confunde y no quisiera acabar en una esquina cambiándole mi cámara a un chino por vete tú a saber qué o quién.

Aquí está todo más barato por los cojones! Joder con los chinos, qué pronto han espabilado. Te clavan lo mismo o más que en España por casi todo. Este último dato va especialmente dirigido, así como sin querer la cosa, a aquellos optimistas que esperan un regalito a mi vuelta. Os lo aviso desde el cariño, os voy a llevar una mierda.

Mi dieta básica se compone de a) plato de arroz con algo por encima + cerveza: 3 euros, o b) mierda comprada por la calle imposible de identificar: 2 euros el puñao. Está todo bastante bueno y tengo que decir que ayer mal que bien conseguí comerme el arroz con los palillos. Ahora tengo granos de arroz hasta dentro del móvil pero estoy orgulloso de mis progresos.

Fíjate tú que cosas, hoy he subido por la escalera mecánica exterior más larga del mundo. Ochocientos metros de escalera mecánica. Te lleva a la quinta puñeta y al llegar arriba descubres que solo se les ocurrió hacerla de subida y que te toca bajar de la quinta puñeta andandito.

Llego ahora del Diesel, un bar de aquí del pueblo donde se reúnen por la noche ingleses, irlandeses, escoceses, americanos, australianos y dos de Ciempozuelos, etnias especialmente dotadas geneticamente para la ingesta de alcohol. Yo soy un imán para los cansinos y borrachos y me ha terminado pillando por banda Paul, un irlandés clavadito al gordo de los Morancos, y me ha contado su vida utilizando solo las palabras “cheers”, “fuck” y “man“. Miguelín también ha tenido ración de guiri y le ha tocado llevar a casa a otro inglés borracho, valga la redundancia. Y cuando digo llevar no me refiero a acompañar sino a llevar a cuestas como un fardo con ayuda de otro tío. Miguelín estaba supercontento cuando ha vuelto casi una hora después, tras haber tenido que lidiar con la muy cabreada esposa del fardo. Al final de la noche ha ocurrido algo que no me esperaba y que me ha hecho especial ilusión estando tan lejos de casa, ha llegado la policía.

En fin, que me lo estoy pasando bien.

Dime algo, que me hace ilusión

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